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Mostrando entradas de enero, 2010

No, no hay nada que me lo impida, es que no quiero.

Te diría que si, lo sabes. Dicen que hay gente que siempre asiente porque no se atreve a hacer lo contrario, pero el "no" es más fácil. No no da miedo ni abre puertas. Las cierra a cal y canto, te deja solo. A veces es justo, quizás no podría ser de otra forma. Muchas veces ni siquiera hace falta que salga de ti, autonegarse cosas también es factible. "No, no estoy dudando, yo nunca dudo" y "no, esto no me gusta, yo siempre he tenido claro lo que no aguanto". No, creo que es un malentendido, yo no... No, no echo nada de menos. No era importante. No es importante. No, claro que no hay problema. No, ya lo he olvidado. No lo he visto, no. No, yo nunca lloro. No le da vergüenza, es que es arisca. No, no hay nada que me lo impida, es que no quiero.

Chaos.

Necesito que se acaben los exámenes, necesito sol. Necesito que mi única preocupación resida en cómo combinar mi ropa. Una semana más y me vuelvo loca. Para muestra un dedal: Dicen que si una mariposa (lo siento Alba, era necesario) bate las alas en Nueva York se produce un tornado en Tokio. Es decir, que el que estés sentado ante el ordenador ahora mismo quizás lleve a que te tires a Bin Laden el jueves. Por ejemplo. Desde el momento en el que te encuentras se extienden millones de ramas posibles, quizás infinitas, y en cada movimiento que haces desaparecen miles. Una vez me puse a pensar en todo lo vivido. En si cambiaría algo de lo que hice, o si ciertas cosas de mi pasado podían haber sido de otra forma. Luego pensé que si me colocase ante cada una de las decisiones que he tomado en mi vida, sin saber las consecuencias, volvería a elegir lo mismo. Entonces, mirando en retrospectiva, podría decir que existe el destino. Se podría afirmar que no hay ramas que caigan ni tampoco liberta

La insoportable levedad del querer.

Yo tenía una musa, y no era mayonesa. Al principio nos llevábamos bien, en los ratos libres. A veces le gritaba en silencio, muy alto y muy fuerte, hasta que me quedaba afónica. Pero era como si no lo hiciese en absoluto, ella venía de Marte y no me entendía lo más mínimo. Un día vinieron unos pelícanos, de estos de las películas y se la llevaron. La ataron con miedos, fobias, recuerdos y cosas y no la volví a ver. Dejó una habitación vacía y desordenada, en el suelo había sustancias viscosas que se te pegaban a los pies, así que yo nunca entraba. A veces la gente me preguntaba por ella y tenía que luchar con la viscosidad para buscarles un recuerdo. Pero día a día las sombras y la mugre se los comían. Pronto no quedó ninguno y me olvidé de la musa. Más tarde me contaron que me confundió con un puente, que se dejó llevar lejos porque le asustaron los pretiles.

Soy fan

De los periquitos conspiradores, de pintarrajear inmaculadas lámparas blancas de IKEA con rotuladores, de reirme sola por la calle, de ir a clase por ver al chico guapo, de los corsés, de mi casa en general y de sus sofás en particular, de tomarme tres redbulls, perder la fluidez verbal y ganar una pseudoresaca, de quemar cosas en general y velas e incienso en particular, de morderme los labios y cortarme el pelo, del verano y su consecuente falta de ropa, de las uñas pintadas de colores chillones, del azul, de las cosas verdes (véase bosques, musgo, moho, mocos), de quemar apuntes de arte en plena calle después de un examen y a continuación colarse en algún monumento histórico, de enamorarme y desenamorarme, de que mi creatividad se desborde cuando estudio y ataque lo más próximo a mi persona, de la musica muy alta, en inglés, con mucho ruido y cantantes pseudoyonkis, de los pseudoyonkis con pelo largo y gustos raros, de mí misma los días pares y del hueco que deja mi culo en la cama

Lo que nunca percibiremos.

Voy a crear una secta. He llegado a la conclusión de que somos como somos porque somos como somos. ¿Iluminador verdad? Tenemos cinco sentidos. Gusto, tacto, oído, vista y olfato. Todo lo que esté más allá se nos escapa. Yo soy como me percibo porque no puedo percibirme de otra forma. No doy más de mí. Un topo nunca se podría ver. Yo nunca me podría... eso. Que sí, que lo he expresado de una forma muy convincente. Perdónenme, es que estoy de exámenes. Cuando termine empiezo con las sesiones de espiritismo y la captación masiva de conejillos de indias. Las sectas son el negocio del futuro, ya lo decía mi madre. Nos vemos en la biblio, que para qué verse en los bares.

And when it hurts the most....

I pushed a little more. Yo nunca hago balances a final de año. Ni propósitos para el nuevo que llega. ¿Para qué? Aún no he sentido nigún tipo de fisura espacio-temporal a las 00:00 del último día de ningún año. Ni una sola señal de que el tiempo no sigue adelante como de costumbre. Hago balances de etapas, de viajes, de relaciones. De cosas que tienen un fin concreto, o que suelen tenerlo. Hay ocasiones en las que el punto final no aparece por ningún lado y es necesario ponérselo. ¿Que cuándo hay que decir basta? Nunca. Ya lo decían en "The mexican". No es necesario, las cosas dicen basta por si solas. Crecen hasta que se vuelven incómodamente grandes, se estiran y ,como la piel estirada, duelen. Cuando parece que el dolor es insoportable explotan y se convierten en nada. Y nada no duele.