Camino por un paseo marítimo, llevo una falda larga que arrastra la brisa nocturna estival. Se pega a mis piernas y ondea a mi paso, veo mis pies morenos, uno y otro, uno y otro, caminando en las sandalias mientras el mar se convierte en un runrún constante y lejano. La luz plateada de la luna se rompe en mil pedazos en el agua, la amarilla de las farolas baña el paseo, huele a sal, a mar, a mojado y a algas, a arena y a la noche veraniega que se cierne sobre la costa.
que enhechiza a voluntad de volver a ella a todos los que de la "apacibilidad" de su vivienda han gustado. Ayer me volvieron a liar. El típico plan de "cerveceo de tranquis" que se desmadra y que acaba siendo "cachis en el pani". Ahora ando entre maletas y planteandome hasta que punto es necesario llevarme el portátil. De todas formas este no es el caso. Hace tres años que vivo, sobrevivo (si se tiene en cuenta el frío) en esta ciudad cuya tradición universitaria tiene más años que tú, yo y el apuntador juntos. Cuando yo termine la carrera todo seguirá igual que cuando empecé, ya que si hace 40 años ya estaba así (de ello da fe mi padre), dentro de 40, exceptuando el nombre de algunos bares, todo seguirá igual. La gente seguirá considerándose avanzada a su época, vestirá moderno, irá a bares con música moderna, se agobiará antes de exámenes, y se encerrará en las bibliotecas, se enamorará y se desenamorará, se emborrachará y saldrá los martes, los jueves,
Interesante blog. Mi enhorabuena. Seguiré pasandome.
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