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Mostrando entradas de enero, 2011

Verano.

Camino por un paseo marítimo, llevo una falda larga que arrastra la brisa nocturna estival. Se pega a mis piernas y ondea a mi paso, veo mis pies morenos, uno y otro, uno y otro, caminando en las sandalias mientras el mar se convierte en un runrún constante y lejano. La luz plateada de la luna se rompe en mil pedazos en el agua, la amarilla de las farolas baña el paseo, huele a sal, a mar, a mojado y a algas, a arena y a la noche veraniega que se cierne sobre la costa.
Un mechón blanco, liberto del estricto recogido de la anciana, revoloteaba al ritmo del aire acondicionado del Casino Anakara de Las Vegas. Si alguien le observase, a la vez que ella escrutaba la sala abarrotada, podría decir que quizás rondase los 70 años. Quizás menos, seguramente más. (...)