Ir al contenido principal

Ella gritaba.

Sus blancas manos sobre la mesa abarrotada de gente no demasiado especial. La mirada perdida en algún fascinante punto del infinito que nadie más parecía notar. Gritaba.

Mientras caminaba perdida por las calles de cualquier ciudad. Mientras te hablaba. Mientras se cortaba el pelo en largos mechones que parecían, por un momento, flotar. Gritaba.

Lo hacía en silencio. Sólo ella sabía cómo se crispaba su voz interior cada minuto del día y cómo la dejaba exhausta al final de éste, con la mente tan cansada y el cuerpo tan joven e intacto.

Lo hacía porque deseaba algo imposible. Nada más. Una vez fue un sueño que se repitió demasiado en alto y dejó de ser cierto, se convirtió en algo tan imposible como gritar en silencio. Tánto como que se reconcilie el agua con el aceite, como una acompañada soledad.

Tan imposible como que esta cara de la luna pueda ver su otra faz.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Dedicado a los de la primera fila.

O a los que se creen en ella. Buenas noches a todos aquellos que esconden detrás de una apariencia perfecta la más absoluta mierda. Encantada de saludar a quienes necesitan clasificar a las personas para poderse sentir en la cima del mundo. A quienes rechazan para no sentirse rechazados. A quienes odian a los demás por no odiarse a sí mismos. A los de la mente cerrada a cal y canto. A esos que huyen de su casa, porque todo lo que les queda allí es barro. Un aplauso a los que nunca tuvieron amigos, encontraron dos en la universidad y se les subió a la cabeza. Un beso a los que destrozan todo lo que tocan y luego esbozan una sonrisa de "yo nunca he roto un plato". A aquellos mediocres que hacen cosas normales, escuchan música aceptable y rechazan al que se sale de sus mediocres cánones. A vosotras y a vosotros. Encantada.

Salamanca,

que enhechiza a voluntad de volver a ella a todos los que de la "apacibilidad" de su vivienda han gustado. Ayer me volvieron a liar. El típico plan de "cerveceo de tranquis" que se desmadra y que acaba siendo "cachis en el pani". Ahora ando entre maletas y planteandome hasta que punto es necesario llevarme el portátil. De todas formas este no es el caso. Hace tres años que vivo, sobrevivo (si se tiene en cuenta el frío) en esta ciudad cuya tradición universitaria tiene más años que tú, yo y el apuntador juntos. Cuando yo termine la carrera todo seguirá igual que cuando empecé, ya que si hace 40 años ya estaba así (de ello da fe mi padre), dentro de 40, exceptuando el nombre de algunos bares, todo seguirá igual. La gente seguirá considerándose avanzada a su época, vestirá moderno, irá a bares con música moderna, se agobiará antes de exámenes, y se encerrará en las bibliotecas, se enamorará y se desenamorará, se emborrachará y saldrá los martes, los jueves, ...