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Hielo que quema.

Sumida en la oscuridad de la noche conversas con quien no tienes delante. En el vaivén de luces constante sostienes la mirada a unos ojos que ya no están. Desaparecieron con esta luz parpadeante. Ráfagas deslumbrantes que hace rato te dejaron ciega. Ahora paran y luego vuelven. Así está estipulado que sea.

(...)

Me han contado que estabas sola. Me lo ha contado esa que estaba a tu lado. Y el que estaba más allá también. Me lo ha contado tu amiga, la que te acompañó al baño. El camarero que te puso la cerveza y la chica que, mientras, le guiñaba un ojo desde el otro lado de la barra.

Luego me susurraron cosas que nunca deberían ser pronunciadas. Algo que asusta expresar con palabras. Aquel chico que te llevó a casa y te desnudó; ese que borró tus lunares a base de muerdos; él, que quiso hundirse debajo de tus bragas; ese chico me dijo que más allá de tu piel no había ni un alma.

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Salamanca,

que enhechiza a voluntad de volver a ella a todos los que de la "apacibilidad" de su vivienda han gustado. Ayer me volvieron a liar. El típico plan de "cerveceo de tranquis" que se desmadra y que acaba siendo "cachis en el pani". Ahora ando entre maletas y planteandome hasta que punto es necesario llevarme el portátil. De todas formas este no es el caso. Hace tres años que vivo, sobrevivo (si se tiene en cuenta el frío) en esta ciudad cuya tradición universitaria tiene más años que tú, yo y el apuntador juntos. Cuando yo termine la carrera todo seguirá igual que cuando empecé, ya que si hace 40 años ya estaba así (de ello da fe mi padre), dentro de 40, exceptuando el nombre de algunos bares, todo seguirá igual. La gente seguirá considerándose avanzada a su época, vestirá moderno, irá a bares con música moderna, se agobiará antes de exámenes, y se encerrará en las bibliotecas, se enamorará y se desenamorará, se emborrachará y saldrá los martes, los jueves,

En este bar.

Me miró sin verme y se mojó los labios. Lentamente. La mujer del bolso azul se encontraba allí, como cada noche. Tenía un Martini intacto delante, nunca lo empezaba. A quien se interesase por ella le contaría que le encantaba ese cóctel, con su aceituna, que siempre había imaginado cómo sabía y que no lo probaba por miedo a que le decepcionase. - Así sabe mejor. Te diría, si se lo preguntases. Pero en este bar, a media noche, nadie se interesa por nadie. Ni por sus finos labios pintados de rojo ni por las arrugas de su rostro. Ni por la causa de que, de vez en cuando, mire por la ventana y sin ver nada, con la vista perdida, se le escape rodando una lágrima. No, no está borracha. Nunca bebe, sólo su copa de todas las noches, pero ya sabes que no la prueba. De vez en cuando tararea. Eso sí. Y alguna canción perdida, como ella. Si le preguntases te diría que alguna vez soñó que se enamoraban de su voz sin que ella se percatase. Si se lo preguntases. Pero ya te he dicho que en este bar, a

Dedicado a los de la primera fila.

O a los que se creen en ella. Buenas noches a todos aquellos que esconden detrás de una apariencia perfecta la más absoluta mierda. Encantada de saludar a quienes necesitan clasificar a las personas para poderse sentir en la cima del mundo. A quienes rechazan para no sentirse rechazados. A quienes odian a los demás por no odiarse a sí mismos. A los de la mente cerrada a cal y canto. A esos que huyen de su casa, porque todo lo que les queda allí es barro. Un aplauso a los que nunca tuvieron amigos, encontraron dos en la universidad y se les subió a la cabeza. Un beso a los que destrozan todo lo que tocan y luego esbozan una sonrisa de "yo nunca he roto un plato". A aquellos mediocres que hacen cosas normales, escuchan música aceptable y rechazan al que se sale de sus mediocres cánones. A vosotras y a vosotros. Encantada.