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El mundo se hundedijo él. Y aquí me tienes, entre una botella de whisky y un puto mar de coños.
Ya empieza otra vez pensó ella. Otro discurso melodramático empapado en alcohol y en la misma miseria de siempre. De cómo la sociedad se derrumba y no queda otra cosa que encuentros furtivos, húmedos y desagradables en los rincones. Sobre cómo nos lanzamos en los brazos de cualquiera que pase, buscando el ideal del amor (ese que no existe) de una manera tan destructiva y desesperada que nos rompe para siempre. Y sin embargo, aquí estamos. Tú y yo en el fin del mundo. Mano a mano.

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Salamanca,

que enhechiza a voluntad de volver a ella a todos los que de la "apacibilidad" de su vivienda han gustado. Ayer me volvieron a liar. El típico plan de "cerveceo de tranquis" que se desmadra y que acaba siendo "cachis en el pani". Ahora ando entre maletas y planteandome hasta que punto es necesario llevarme el portátil. De todas formas este no es el caso. Hace tres años que vivo, sobrevivo (si se tiene en cuenta el frío) en esta ciudad cuya tradición universitaria tiene más años que tú, yo y el apuntador juntos. Cuando yo termine la carrera todo seguirá igual que cuando empecé, ya que si hace 40 años ya estaba así (de ello da fe mi padre), dentro de 40, exceptuando el nombre de algunos bares, todo seguirá igual. La gente seguirá considerándose avanzada a su época, vestirá moderno, irá a bares con música moderna, se agobiará antes de exámenes, y se encerrará en las bibliotecas, se enamorará y se desenamorará, se emborrachará y saldrá los martes, los jueves, ...

Dedicado a los de la primera fila.

O a los que se creen en ella. Buenas noches a todos aquellos que esconden detrás de una apariencia perfecta la más absoluta mierda. Encantada de saludar a quienes necesitan clasificar a las personas para poderse sentir en la cima del mundo. A quienes rechazan para no sentirse rechazados. A quienes odian a los demás por no odiarse a sí mismos. A los de la mente cerrada a cal y canto. A esos que huyen de su casa, porque todo lo que les queda allí es barro. Un aplauso a los que nunca tuvieron amigos, encontraron dos en la universidad y se les subió a la cabeza. Un beso a los que destrozan todo lo que tocan y luego esbozan una sonrisa de "yo nunca he roto un plato". A aquellos mediocres que hacen cosas normales, escuchan música aceptable y rechazan al que se sale de sus mediocres cánones. A vosotras y a vosotros. Encantada.